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domingo, 10 de noviembre de 2013

Misterio en estado puro VII: Espíritus en Cádiz la otra cara de una ciudad milenaria.

Hola a todos! Qué tal estáis??

Como cada domingo, hoy os traigo el artículo de Francisco Ahumada para la sección de misterios... En esta ocasión, toca un tema que me encanta, el de los espíritus; y encima de nuestra bonita ciudad, Cádiz! 


Sin más rodeos, os dejo con él:



ESPÍRITUS EN CÁDIZ, LA OTRA CARA DE
UNA CIUDAD MILENARIA

Hacía tiempo que tenía pensado escribir un artículo sobre uno de mis enigmas favoritos: los espíritus. Este es precisamente uno de los misterios que más suele interesar al gran público, principalmente, por su componente transcendental, ya que está relacionado con uno de los anhelos del ser humano, como es saber si éste tiene alma y continúa existiendo de alguna manera, una vez que muere. Desde pequeño, he escuchado y leído multitud de historias acerca de apariciones que hacen acto de presencia en los lugares más dispares, o ante cualquier persona sin importar nivel económico, social o educativo. Aunque la mayoría de la gente relaciona este enigma con el de la vida después de la muerte, yo personalmente creo que este tipo de sucesos puede tener más de una explicación. Cádiz es además, una ciudad en la que han ocurrido diversos casos, y por ese motivo, creo que presentar algunos es enriquecedor, no solo para este blog, sino para el tema de los misterios en general. Esta ciudad, con más de 3000 años a sus espaldas, alberga una historia de misterios que algunos autores han utilizado para escribir interesantes libros. El objeto de este escrito es presentar algunos casos relacionados con espíritus que han ocurrido en esta localidad, la cual además, ostenta con orgullo el título de "ciudad más antigua de Occidente".

Antes de comenzar a exponer algunos de estos casos, es interesante aclarar qué es un espíritu. Esta palabra proviene del latín, concretamente, del vocablo "spiritus" que significa aliento (en el sentido de vida). Realmente, denota que el alma continúa existiendo una vez separada del cuerpo, constituyendo de esta manera la esencia humana. Algunas personas además, consideran

que los espíritus siguen teniendo razón y memoria, lo cual significaría que la consciencia y los recuerdos no tienen por qué estar almacenados en el cerebro, y a partir de ahí, han surgido
algunas modernas teorías que exponen esta posibilidad. Un espíritu además, se caracterizaría (quiero dejar claro que hablo en sentido figurado, ya que decir "se caracteriza" implicaría que estoy afirmando su existencia, cuando a pesar de los miles de testimonios que se han recopilado a lo largo de todo el mundo y de la historia, aún no existe una sola prueba con el suficiente peso como para ser aceptada por el mundo científico) por la capacidad de entrar en contacto con el mundo de los vivos, independientemente de que puedan encontrarse en otra dimensión o plano completamente distinto a este. En este sentido, existen relatos sobre apariciones de "personas muertas" que se han presentado a familiares, amigos, o incluso absolutos desconocidos con el objetivo de advertirles sobre hechos que pueden ocurrir en el futuro, completar algo que no han sido capaces de terminar en vida, o simplemente, asustar.

El primer caso que quiero exponer, ocurrió en la calle República Dominicana de Cádiz, la cual, en el momento de ocurrir este suceso, se llamaba San Pascual y estaba ubicada en pleno barrio de la Viña, muy conocido entre los gaditanos. Hace muchos años, vivía allí una mujer llamada Laura junto a sus dos hijas, cuyos nombres eran Flora y Angelita. Esta última tenía auténtica devoción por la música, y principalmente, por un instrumento, el piano. A su hermana y a su madre les encantaba oírla, por eso, todas las tardes se pasaba horas practicando mientras éstas sedeleitaban escuchándola. No solamente encantaba a su familia, sino también, a cualquier persona que pasaba cerca y oía las melodías que salían de la casa de la señora Laura, cuya hija demostraba un virtuosismo inusitado para una niña pequeña. Por este motivo, Angelita era muy conocida en esa zona; sin embargo, el infortunio se cebó con ella. Una enfermedad que hacía mella en la época, se apoderó de su cuerpo. La tuberculosis no tuvo piedad de esta niña e infectó sus pulmones, provocando que en poco tiempo, falleciera para desgracia de su familia y de los vecinos del barrio que lamentaron su muerte, casi tanto como su madre y su hermana.



Imagen actual de la calle "República Dominicana", donde estaba ubicada la casa donde ocurrió el caso de "la niña del piano".

Tanto la señora Laura como su hija Flora, intentaron salir adelante a pesar del revés que les había dado la vida. Flora concretamente, pasaba largos ratos tirada en su cama llorando por el desconsuelo que le provocaba no tener cerca a su hermana. Cuando llegaba la tarde, tanto ella como su madre no podían reprimir las lágrimas por el hecho de no poder escuchar las melodías que Angelita conseguía emitir con su piano.


Una noche alrededor de las doce, cuando todo estaba en silencio y el vecindario dormía tranquilamente, la señora Laura se despertó sobresaltada por un sonido, el cual aparentemente, provenía del salón. Una vez que se levantó, se dirigió a éste con sigilo, pensando que posiblemente, alguien hubiera entrado en la casa con sabe Dios qué intenciones; no obstante, algo le hizo pensar que esto era absurdo, puesto que provenía de las teclas del piano. ¿Quién podría haberse colado en su casa a las doce de la noche con el objeto de tocar este instrumento?. Las notas seguían escuchándose por la casa mientras ella se dirigía hasta el lugar del que provenían. Cuando llegó a éste, encendió la luz y para su sorpresa, no había nadie, es más, el piano dejó de sonar. Volvió a su habitación aturdida y se acostó; pero no pudo conciliar el sueño pensando en la extraña experiencia que había vivido momentos antes.


La siguiente noche, prácticamente a la misma hora, tanto ella como Flora volvieron a escuchar el piano. Las notas no paraban de sonar y entonces, el miedo comenzó a apoderarse de sus cuerpos. Esta vez, ambas se dirigieron al salón, y para asombro de las dos, vieron cómo al encender la luz, las teclas del piano aparecían pulsadas como si alguien invisible las hiciera sonar. No había nadie en la casa y el pánico les impidió dormir con tranquilidad. Durante varias noches, y siempre en torno al mismo horario, el piano sonaba siniestramente. Una noche tras otra, la escena se repetía, y Laura decidió contarselo a un amigo, el cual le recomendó que se pusiera en contacto con una pitonisa llamada Ufrasia que vivía en "la plaza de la cruz verde".


Tanto ella como su hija, fueron a ver a esta señora. Tras comentarles lo que les estaba sucediendo, esta vidente les dijo que con casi toda seguridad, el fenómeno era provocado por su hija fallecida, que ni mucho menos las había abandonado. En cualquier caso, les recomendó hacer una sesión de espiritismo para asegurarse de que no se equivocaba. Un tiempo después, organizaron una en casa de la familia alrededor de la hora en la que el piano acostumbraba a sonar. Alrededor de unas velas, con algunas pertenencias de Angelita y uniendo las manos, la sesión comenzó con el objeto de invocar su alma. Todas se concentraron pensando en la niña, hasta que Ufrasia la invocó y para sorpresa y miedo de las allí presentes, el piano comenzó a sonar. Entonces, la pitonisa le preguntó por qué seguía allí, y acto seguido, el instrumento dejó de oírse. En ese instante, Ufrasia comenzó a hablar con una voz que no era la suya, es más, era la de la niña fallecida, la cual explicó que seguía tocando porque pensaba que tanto a su madre como a su hermana les gustaría seguir escuchándola y porque quería seguir practicando; aunque

no sabía que lo que hacía les provocaba miedo. Ambas, emocionadas y asustadas al mismo tiempo, le pidieron que por favor, dejara de hacerlo y se dirigiera al cielo, que es donde su alma debía descansar. El espíritu les pidió disculpas y se despidió, ante las lágrimas de su familia que no pudieron contener la emoción. En aquel momento se marchó, Ufrasia recuperó su conciencia y dio por finalizada la sesión.

Durante un tiempo, el piano dejó de escucharse, pero un día, volvió a mostrar actividad y entonces, no solamente lo escuchaban Laura y Flora, sino también, todo aquel que pasaba cerca de la casa. Ante la situación, Laura decidió olvidarse de la vidente, encomendarse a Dios y acudir al "Nazareno", situado en el barrio de Santa María. Su objetivo era rezarle y además, contarle al cura de la iglesia la experiencia que estaba viviendo. Éste le explicó que la única forma que tenía Angelita de encontrar la paz que necesitaba, era con oraciones y rezos. Tanto ella como su hija, acudieron durante un tiempo a la iglesia para seguir con las directrices que les había dado el sacerdote, hasta que un buen día, el piano dejó de escucharse. Entonces, ambas comprendieron que Angelita había alcanzado el estado que buscaban y su alma, ya descansaba en paz.


Este caso es todo un clásico dentro de la fenomenología producida en esta ciudad; sin embargo, otro muy conocido en la localidad gaditana ocurrió en la llamada "Alameda Apodaca", ubicada en el casco antiguo de Cádiz. En una casa situada en este lugar, vivía un almirante con su mujer y una hija por la que sentía autentica devoción. Sabiendo de la pasión que tenía ésta por los espejos, ante los que pasaba largos ratos mirándose para contemplar su belleza, su padre solía traérselos de todas partes del mundo, después de los numerosos y largos viajes que solía hacer. La niña los tenía de todos los países: indios, africanos, chinos... y además, colgaban por toda la casa. 



Imagen del edificio donde estaba ubicada "la casa de los espejos".


Debido al mimo que el padre le daba a la niña, su madre se enceló, sintiendo envidia de que su marido no le diera el mismo trato. Con el paso del tiempo, la relación entre madre e hija se deterioró, debido a las continuas peleas que las dos tenían por motivos en muchos casos, absurdos. Mientras el almirante estaba en uno de sus viajes, su mujer aprovechó para trazar un plan diabólico: envenenar a la niña para reconquistar de esa manera el interés de su marido. Una noche, le preparó a su hija pescado para cenar, y dentro de él, insertó un potente veneno. La niña probó la comida, pero aunque le supo rara, decidió comérsela para no tener que pelearse con su madre. A la mañana siguiente, ésta se despertó, se aseguró de que su hija había muerto y entonces, montó un paripé gritando y llorando para que el vecindario pensara que el dolor y el sufrimiento la embargaban al tener conocimiento del fallecimiento de la niña. 


Cuando el marido volvió del viaje, entró en una depresión debido a la noticia de que su hija había muerto. Por supuesto, desconocía que la relación entre ésta y su esposa se había deteriorado hasta el punto de que su mujer había decidido envenenarla. En ningún momento se había percatado de su transformación, y por este motivo, no sospechó que la autora de tan malvado crimen estuviera conviviendo con él.


Una noche, mientras intentaba conciliar el sueño, escucho un sonido, concretamente, parecía que alguien lo llamaba por su nombre. Se levantó de la cama y en el pasillo, vio en uno de los muchos espejos que había traído para regalárselos a su hija, la imagen de ésta que le decía "sígueme". El marinero vio atónito como la imagen de la niña iba pasando por todos los espejos de la casa hasta que en uno de ellos, vio una curiosa escena: su mujer aparecía con una macabra sonrisa mientras metía una extraña sustancia en un pescado que estaba cocinando. Acto seguido, la imagen de la niña volvió a aparecer, y pasando de espejo en espejo, se fue hasta el que estaba ubicado en su dormitorio, en el cual apareció otra imagen que le heló la sangre al navegante. Su hija aparecía comiendo el pescado con muecas de repugnancia, y acto seguido, retorciéndose de dolor en el suelo de su habitación hasta que falleció. En ese momento, comprendió que su mujer la había envenenado.


A la mañana siguiente, esperó a que su esposa se despertase, y cuando lo hizo, se acercó a ella y tomándola por el cuello, comenzó a apretárselo mientras gritaba: ¿por qué mataste a mi niña?. La mujer comenzó a perder la respiración, hasta que de repente, con el poco aliento que le quedaba, confesó el crimen. Entonces, el almirante arrastró a su esposa hasta la comisaría de policía para que se declarase culpable de la muerte de su hija. Después de conseguir que fuera encarcelada, decidió mudarse de la casa y embarcarse en algún viaje muy lejos de Cádiz, para olvidarse de la amarga experiencia que había vivido. Desde entonces, la casa sigue vacía; pero cuentan que el espíritu de la niña sigue habitándola, apareciéndose a todo aquel que a hurtadillas intenta penetrar en sus muros. Actualmente, continúa en pie y concretamente está situada frente a la estatua del Marqués de Comillas, en la esquina con la calle Fernán Caballero.



El último caso que quiero exponer, ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX en la calle Amargura, que actualmente se llama Sagasta. Cerca de la capilla de la "divina pastora", existía una casa sobre la que pesaba una funesta leyenda que impedía su alquiler. Al parecer, se contaba entre los vecinos que estaba encantada, y que todo aquel que la habitaba huía despavorido en la primera noche, debido a los horribles ruidos de cadenas, alaridos y olores horrendos que se producían en su estancia. Su propietario no sabía qué hacer para conseguir quitársela de encima, así que se le ocurrió una curiosa idea: poner en alquiler gratuito la planta baja para ver si algún posible inquilino se pensaba dos veces abandonarla con tanta rapidez como lo habían hecho los anteriores. La oferta llegó a oídos de un tal Fulgencio Arenillas, que cuando tuvo conocimiento de la misma, y como si de un "Don Juan sin miedo" se tratase, decidió que sería él la persona que acabaría con la leyenda negra que caía después de que unas diez familias corrieran despavoridas tras pasar una sola noche en aquella misteriosa casa. Después de firmar el contrato, fue a darla la noticia a Mari Ángeles, su esposa, la cual no la acogió con demasiado agrado. Era consciente de las habladurías que existían en el barrio acerca de aquel edificio, y no le hacía ninguna gracia tener que mudarse a él. Finalmente, su marido la convenció de que una oportunidad así no podía desaprovecharse, y ésta accedió, aunque no sin recelo. 



Antigua calle Amargura, hoy Sagasta.


Tanto el matrimonio como sus cuatro hijos, se mudaron a la calle
Amargura. Transcurrido nada menos que un año, la familia parecía haberse olvidado de las leyendas sobre fantasmas que la vivienda tenía, pero una noche, mientras el matrimonio descansaba tranquilamente, un ruido metálico despertó a Mari Ángeles. A este ruido le siguieron unos lamentos, y entonces, le entró tal pánico que intentó despertar a su marido, que estaba tan profundamente dormido que no terminaba de espabilarse. Cuando lo consiguió, también escuchó los extraños sonidos que no habían aparecido en todos los meses que llevaban allí viviendo. Entonces, ambos observaron cómo una figura entró en la habitación. Parecía un hombre mayor. La impresión les heló la sangre. No se podían creer que delante de ellos se hubiera materializado la leyenda que pesaba
sobre aquel longevo edificio. En un acto de valentía, el hombre se enfrentó a la aparición y ésta, ante la atónita mirada de la mujer, le dijo a su marido: "sígueme al patio interior", a lo que éste de una manera sorprendente, accedió. Se dirigieron a ese lugar, y una vez allí, aquella presencia a la luz de la luna, se dejó ver. Tal y como había supuesto el matrimonio, era una persona mayor, que con un tono de gran tristeza, le contó a Fulgencio la historia de su vida. Mucho tiempo atrás, había viajado a América y atesorado grandes riquezas, pero cuando volvió a Cádiz, el amor le jugó una mala pasada. Se enamoró de una joven perteneciente a la burguesía, la cual, lo abandonó por otro hombre. A partir de ese momento, el carácter le cambió, el odió se apoderó de él y se convirtió en un vil usurero, que lo único que buscaba era aumentar sus ganancias. Su patrimonio creció y fue acumulando dinero en su casa, que era precisamente en la que se encontraban en aquel momento. Finalmente, murió solo y su alma quedó atrapada en aquel edificio, esperando a que alguien con el suficiente arrojo, le escuchara. Tras relatarle estos hechos, le pidió a Fulgencio que le hiciera un favor: al amanecer, la luz del sol invadía ese patio. El primer rayo que penetra en la estancia, ilumina una losa, la cual debía abrir, ya que ahí se encontraban todos los tesoros que había sido capaz de acumular durante su vida. Concretamente, había dos cofres llenos de monedas de oro. Uno debía quedárselo él, y el otro entregarlo a obras de caridad. Esto último lo tenía que hacer para conseguir liberar su alma condenada. Además, le dijo que si no lo hacía, una maldición caería sobre su familia. Tras decirle esto, el espíritu se desmaterializó y Fulgencio se quedó absorto y aturdido.

Tal y como le había dicho aquel ente, esperó a que amaneciera y cuando la luz del sol hizo acto de presencia en el patio, iluminó una de las muchas losas de Tarifa de las que estaba compuesto el suelo de la estancia. Fulgencio la levantó y, efectivamente, encontró dos cofres llenos de monedas de oro. Sabiendo de la pesada maldición que caería sobre él si no cumplía con la petición que le había hecho aquella aparición, se precipitó a recorrer todas las iglesias, casas de acogida, hospitales y viviendas pobres donde sus inquilinos pudieran tener necesidades. La familia consiguió vivir tranquilamente el resto de sus días, pero por encima de todo, lo que consiguió fue que aquella alma perdida abandonara aquel edificio para irse a donde supuestamente quería.


Estas son algunas interesantes historias que relacionan a esta ciudad con el mundo del más allá. Evidentemente, existen otros relatos que en algunos casos, ponen los pelos de punta, pero por 
limitaciones de espacio, los dejaré para un próximo artículo. A partir de ahora, cuando usted pasee por la calle Sagasta, República Dominicana o por la Alameda Apodaca, recuerde que desde alguno de aquellos vetustos edificios que la componen, puede estar mirándole el espectro de aquella niña que tocaba el piano, de aquella que atesoraba espejos, o el de aquella alma errante que buscaba que alguien la escuchara. Cádiz es una ciudad con un encanto especial, y no sólo por su gente, su gastronomía o sus carnavales; sino por las increíbles historias que encierran los muros de muchos de sus viejos edificios.


Y hasta aquí el artículo de esta semana. Esperamos que os haya gustado... Nos leemos en la próxima!!

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